25 febrero 2008

Más, siempre más¿cuándo estarán satisfechos los insatisfechos de este mundo?

Les dejo un buen texto que me alcanzo mi amigo Americano, y al final una respuesta.

    Más, siempre más

Por Mex Urtizberea

Este empresario ya tiene declarado seiscientos millones de dólares, ¿para qué quiere más?, me dice al pasar y con cierto aire de preocupación un vecino de la ciudad de Mendoza, que se acercó, como otros, al acto en el teatro Independencia para reclamar que Canal 7 se pueda ver por aire, gratis, como sucedía antes de que este conocido empresario de los medios y su grupo les quitaran esa posibilidad.

¿Para qué quieren más los que quieren más, si ya tienen bastante?, me acota una compañera de trabajo, mientras vemos por la tele un informe sobre el furor por las cirugías estéticas y los ejemplos de mujeres famosas, nombre por nombre, foto por foto, que recurrieron al quirófano para seguir sumándose siliconas.

¿Para qué quieren tener justo lo que no tienen, si ya tienen lo suyo?, me comenta un amigo que acaba de volver de Las Vegas, mientras me muestra una foto de la réplica de la Torre Eiffel que han hecho allí, y otra de unos barcos piratas en la puerta de un hotel combatiendo a puro cañonazo, todo hecho en un cartón pintado que señala, sin quererlo, el extraño gusto de ver lo que no es.

¿Para qué quieren más los que ya tienen demasiado?, me dice, al borde de la indignación, el mozo de toda la vida de un restaurante de mi barrio, cuando descubre que la pareja que acaba de dejarle una propina más que miserable parte alegremente en una camioneta valuada en no sé cuántos miles de dólares.

¿Para qué más? contesta una amiga a la otra, las dos con sus celulares en la mano y sentadas cerca de mí en la sala de espera del dentista, cuando la otra se burla de ella por tener un celular de los primeros que salieron, sin ningún encanto, y que no saca fotos.

Tenga más, reza un eslogan de no importa qué producto, porque no dice más qué: si más mujeres, más prestigio, más cuentas bancarias, más problemas, más enemigos. No dice más qué. Acaso estamos acostumbrados a pensar que tener más, a secas, es algo bueno.

Más y más y más, aunque ya haya, y haya tanto, mucho, parecen decir algunos, sumidos en la sensación de que todo es poco aunque sea mucho, y que no alcanza, aunque en verdad sobra, y que si sobra tiene que sobrar más todavía, más y más, pareciera que están diciendo los que tienen tanto y siguen por más y más, y más todavía, aunque sea demasiado, porque siempre es poco, porque es un barril sin fondo la insatisfacción.

Cuando el diablo está satisfecho, es una buena persona, decía un escritor irlandés.

Allá el diablo, pero cuándo, ¿cuándo estarán satisfechos los insatisfechos de este mundo?

COMENTARIO DE FUSERITO

Siempre miro a mi perro golden "Camilo" que con su corta edad, su fuerza, su mirada bonachona y su cola súper inquieta, semáforo visual de alegrías y descontentos se ha convertido en un buen amigo.
Mientras en mi taller de pasatiempos armo alguno de mis inútiles inventos, o alisto mi equipo de pesca, siempre me acompaña durmiendo largas siestas entre cajas de herramientas, sobrantes de madera, cartones, bicicletas desarmadas, es tan humano el animal que hasta a beses cantamos alguna zamba (el lo hace con la cola) al compás de una vieja radio que cuelga de un clavo que cumple su condena a perpetua en su cárcel de pared, el pobre lleva tantos años allí que ya se olvido de que era clavo y que existe el almanaque.
A pesar de esta intimidad que compartimos muchas tardes y fines de semana, Camilo que nació en casa y siempre tuvo el plato de comida abundante y metódico, come con desesperación y casi no deja que uno ponga la comida en el plato, la toma antes de que esta llegue a destino, la abaraja en el aire como si fuera la ultima ves que va a comer, lo he retado en idioma humano y el me lo ha discutido en idioma perro, diría yo que es el único punto donde discutimos, hasta a veces me parece entender su explicación, su genética traída de antepasados que sobrevivieron gracias al ímpetu de devorar todo ahora, como si recordara el hambre de sus antepasados. Nosotros, los humanos, lo llamamos instinto de conservación.Pero le cuento un secreto, - y esto le pido no lo divulgue- en una de esas tardes cuando estábamos solos en el tallercito del fondo, en una de esas pocas tardes que Camilo tenia ganas de hablar me comento que ellos no eran animales, que los animales éramos nosotros y que muchas beses no razonábamos, que hacíamos cosas solo por instinto, no le discutí, subí el volumen de mi radio y lo deje dormitar entre los trastos de mi taller. Pa´ que le via discutir – pensé – si hasta en una de esas tiene razón.


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