17 noviembre 2006

El semáforo laboral

Un semáforo no es un semáforo para todo el mundo. Para algunos, es un espacio laboral.En una esquina de la avenida Córdoba, hay seis personas alrededor del semáforo esperando su turno de trabajo: que el semáforo se ponga en rojo. No tienen más que unos minutos para intentar vender sus tres cuadernos por el precio de dos, jazmines, cien crayones de colores, linternas, hasta la próxima luz roja.Cuando para el resto de la sociedad el semáforo está en verde, ellos se quedan en la esquina, casi en ronda, conversando, como si fuera la hora de almuerzo de la fábrica.No es una fábrica, alguna vez quizá trabajaron en una de ellas, que cerró.Es un semáforo, el espacio laboral que se abre para los que no tienen un espacio laboral.En una esquina de la avenida Huergo, dos señores venden sus cubanitos con dulce de leche. Uno de ellos trabaja allí desde hace años. “Esto no es un semáforo –me dice–, es una institución.”Y avanza por el pasillo que dejan los autos entre fila y fila, como quien recorre los pasillos de una oficina para llevar un papel de un despacho a otro.No es una oficina: quizás alguna vez quiso trabajar en una de ellas, pero no lo tomaron.Es un semáforo, un espacio laboral para los que no son tomados en cuenta en ningún otro espacio laboral.En una esquina, sobre la avenida 9 de Julio, una mujer pide monedas a las ventanillas que no se abren y un hombre vende confites mentolados.Le comento al vendedor que el gerente de marketing de la marca que las elabora contó en un programa de radio que fue a él a quien se le ocurrió que esta golosina se vendiera en los semáforos, y desde que así se hizo las ventas se quintuplicaron.Me pregunta qué es un gerente de marketing. Se lo explico mal y pronto porque el semáforo está a punto de ponerse en verde: es una persona que se encarga de hacer subir las ventas.“Eso es lo que necesitamos en este semáforo –me dice–: un gerente de marketing.”No es una empresa, quizá siempre soñó abrir una propia.Es un semáforo, el espacio laboral que se abre para los que han visto despedazarse sus sueños.El paisaje que se configura alrededor de estos semáforos –espacio laboral cuando se ponen en verde– resulta conocido y llamativamente metafórico: un grupo que avanza, que se aleja veloz, mientras otro grupo (siempre el mismo) queda detenido, estancado y en los bordes de la ilegalidad. La luz verde es para los otros, y la roja, siempre para ellos.Nada es igual a nada en el terreno de la desigualdad: ni siquiera un semáforo.Un semáforo no es un semáforo para todo el mundo.Para algunos, es un espacio laboral, seguramente el único que les ofrece una posibilidad.Y para ellos, no se enciende nunca la luz de paso; se ha descompuesto el semáforo hace rato; ha quedado trabado en rojo.
Por Mex Urtizberea. (y gracias a Luis, siempre tan ser humano)

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